El fin de semana pasado me encontré la oportunidad de asistir a la que posiblemente sea la primera montería fotográfica celebrada (pero de verdad, no hacer fotos de fauna ibérica).
El entorno increíble, un valle de 5000 hectáreas. Cerrado por unos crestones de más de 1300 metros de altura y con solo un par de accesos. Un poco como un cono de un volcán.
Para que os hagáis una idea de lo remoto, en el corto periodo que se despobló (a proncipios del siglo XX vivían 300 personas en el valle) fué el lugar donde
Marcos Rodriguez pasó 12 años incomunicado.
Llegamos el viernes y eso parecía un congreso fotolibrero: comida a cascoporro. Nos contaron curiosidades de la zona y tras eso y al ver el cielo no pude evitar intentar mis primeras nocturnas.
A la mañana siguiente, tras 5 horas de sueño, los nervios ya me tenían en pié. Unos pocos salimos a dar un paseo. Aunque es de las peores épocas para ver bichos (los ciervos están terminado de recuperar la cuerna y se esconden y en el valle no hay mucho corzo) nos vino bien para matar el rato.
Sobre las 9 estábamos de vuelta en el cortijo para disfrutar de las migas con huevo y demás productos adelgazantes. 30 minutos después procedimos al sorteo de puestos. Por esto digo que es la primera montería fotográfica como tal, con puestos en sorteo. La diferencia con una normal, a parte de cambiar los rifles por cámaras era que se sortean dos puestos para el mismo día y solos e está 45 minutos en cada uno.
En este caso se permite disparar al monte, a todas las especies que veas, ya sean mamíferos, aves, insectos aves o simple paisajes. hay cierta movilidad en el puesto dado que, como mucho, sacas feo al del puesto de al lado (o le espantas un animal y luego de vuelta te da tres collejas).
Me monto en el coche de mi armada y el postor me lleva al puesto.
Inicialmente tiene una pinta que te mueres, con el cerro en frente para que se paseen bichos y a la sombra del árbol. Al poco me tengo que mover por culpa de un hormiguero cercano y me pongo en el árbol que veis a la derecha del todo.
Empieza la montería. Solo hay ojeadores dado que en esta época del año no se pueden meter realas en el monte, pero la adrenalina se dispara en mis venas como hace 25 años cuando usaba una escopeta... no la echo de menos. Se empiezan a escuchar voces en el monte. Uno de los ojeadores se ha traído un pequeño teckle que trae el ladrido de cuando una res se levanta.
No tengo suerte, tras escuchar varias carreras, una de ellas muy cercana. Al terminar me dicen los ojeadores que un ciervo me ha pasado a unos 40 metros por mi espalda, que la propia colina me lo ha tapado. Durante el cambio de puesto veo que el resto han tenido más suerte (una pena que no pueda mostraros su trabajo). Llego al segundo puesto y esta vez me toca al sol.
Decido colocarme a ras de suelo en la cuneta. Estoy casi al inicio de la zona de ojeadores y en un momento la sierra queda silenciosa. A los 30 minutos y tras la suerte del primer puesto estoy desesperado (en una montería normal hay mucho más jaleo), pero como he realizado esperas más largas con menos éxito, me acomodo y tengo paciencia. Termina la montería, pero, como no hay que guardar rifle y no importa si "disparas" fuera de tiempo, decido seguir agazapado. El dueño de la finca baja en moto por el carril y los ojeadores empiezan a tomarle el pelo: "por allí va señorito". No se por qué entiendo van en vez de va. Me tenso, agarro la cámara. Escucho una carrera, pero es a mi espalda, desde fuera de la zona batida a donde está todo el jaleo. Suenan las jaras, la carrera, todo cada vez más cerca. El corazón a punto de salirse por la boca y no teniendo claro donde apuntar. Cuando quiero darme cuenta, a unos tres metros a mi izquierda sale una cierva, cruza el camino y sube colina arriba. Sale tan cerca que ni con el 70 milímetros soy capaz de encuadrarla y tengo que esperar (muy poco) a que se aleje para que entre en el encuadre.
Cuando me quiero dar cuenta, otra carrera. justo a mi espalda y casi pisándome (medio metro a la derecha y tendría que saltarme) sale otra cierva de los jarales. Pasa a la derecha de la jara que veis en la foto anterior y sigue a la primera (la foto de las dos subiendo a la carrera el cerro lo tapa la vegetación. Estoy tan bien escondido que se tranquilizan y se paran. Aprovecho para cambiar, cojo la otra cámara con el 400 milímetros. El movimiento me delata y salen trotando.
Regresamos y nos paramos en el "club de golf" a tomar un tentempie, contar los lances y reirnos. De allí seguimos al cortijo a comer (como veis, se come casi más que en un congreso).
Terminamos la comida y se procede a la recogida de piezas, cada uno con su tarjeta (el guarda de la finca dice que es más cómodo que cargar con animales muertos). Un rato de comentar los "tiros" y luego un paseo para esperar a la cena, aunque realmente me hubiera gustado imitar al perro.
Durante la cena me piden repetir las fotos del cielo. Solo se atreve uno ante la promesa de madrugar al día siguiente. Nos vamos a un cortijo abandonado y al llegar ambos nos damos cuenta de que nos hemos dejado la mitad del material (el cansancio). Como entre los dos nos da el material, compartimos como buenos hermanos y sacamos algunas fotos, pensando que como al encender la linterna al terminar la toma aparezca un animal, nos da un infarto.
Volvemos al cortijo en torno a la 1:30 am, sabiendo que el despertador nos sonará a las 5:00.... hay que hacer amaneceres.
Con la sensación de solo cerrar los ojos estamos tomándonos un café y subiendo a la sierra. Dado que la cámara de vídeo la tengo en el trípode para
un experimento, me toca hacer las fotos a pulso, jugándomela:
Canon EOS-1D X
f/4 0.4s 70mm ISO200
Bajamos al cortijo y charlamos sobre todo lo que ha pasado el fin de semana, arreglamos un poco el mundo y tras eso, no sin antes subirme a lo alto de la sierra para despedirme, de vuelta a la ciudad. Contando los días para poder volver.